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El tímido adolescente Owen intenta sobrevivir en los suburbios cuando su compañera de clase le presenta un misterioso y adictivo programa de televisión nocturno, una visión de un mundo sobrenatural que se esconde bajo el suyo para todo aquel que se atreva a mirar. En el pálido resplandor de la televisión, la visión de la realidad de Owen empieza a resquebrajarse. 

Jane Schoenbrun, cineasta y novelista no-binario nos asombró con su segunda película tras la ya sorprendente We’re All Going to the World’s Fair. Una terrorífica fábula llena de virtuosismo visual, un grito preñado de luces de neón y pesadillas catódicas sobre la búsqueda de una identidad perdida en la que se combinan el homenaje al mundo televisivo de los años ochenta, la obsesión por los programas que le dieron forma y los monstruos que se ocultan bajo la asfixiante sociedad de los suburbios de clase media en el Estados Unidos de nuestros días, caracterizados por su incapacidad de integrar a todas aquellas personas que se escapan de la estrecha definición que regula su pertenencia a los mismos. Una metáfora contemporánea, en definitiva, de un país cada vez más dividido en su núcleo más íntimo.